En la sección de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Nacional, se inauguró una muestra de manuscritos e impresos de la obra de Francisco Herrera Luque organizada con motivo de los 25 años de la muerte del autor.
El recinto a cargo
del poeta larense Gabriel Saldivia, durante 30 años funcionario de
la Biblioteca Nacional, conserva gran parte de los manuscritos
del escritor y psiquiatra y como parte de las labores propias del
departamento de Libros Manuscritos, fundado décadas atrás, por el
bibliófilo y especialista en mapas antiguos Yvan Drenikoff Andhi.
Los materiales relacionados con Herrera Luque son estudiados por
especialista en la búsqueda de precisiones y claves que el mismo
Saldivia califica como “la exploración de la
génesis de la obra de Herrera Luque”.
Francisco
Herrera Luque al canon de la novela venezolana
La actividad que
contó con la asistencia de directivos de la Biblioteca Nacional,
funcionarios, admiradores y estudiosos de la obra literaria de
Herrera Luque, familiares y representantes de la Fundación Francisco
Herrera Luque y la participación como ponente del profesor Carlos
Sandoval quien anunció que el equipo que elabora el canon de la
novela venezolana, resolvió agregar a Herrera Luque como novelista,
un hecho justo y trascendental que finalmente le adjudica el valor
que merece debido a su obra –dijo Sandoval.
El escritor,
novelista y periodista argentino Tomás Eloy Martínez, afirmaba para
definir el canon: “se trata de algo que para todo lector es un
ancla, una certeza, aquello de lo que no se puede prescindir porque
en los textos del canon hay conocimientos y respuestas sin los cuales
uno se perdería algo importante. El canon confiere cierta seguridad
a los lectores, les permite saber dónde están parados, cómo es la
realidad a la que pertenecen, cuáles son los textos que no deben
ignorar”.
En Venezuela, está
elaborado el del cuento y la poesía y ahora un equipo del cual
Sandoval forma parte, trabaja también, el de la novela en el cual se
insertará a Herrera Luque.
El profesor Sandoval
sostuvo que Herrera Luque no era hasta 1972, un novelista, sino el
autor de una serie de investigaciones que concluyeron en libros
generadores de polémica que lo hicieron, incluso en el mundo
científico, hombre y autor controversial, lo cual le costó la
cátedra universitaria y la jefatura del Servicio de Psiquiatría de
la Facultad de Medicina de la UCV, además, de la indiferencia de la
Academia Nacional de la Historia, por incómodo y polémico. Esto
–explicó Sandoval– no obstante que a partir de sus
investigaciones incluyó meterse en el Archivo de Indias en Sevilla,
ciertas apreciaciones históricas suyas no eran del todo novedosas en
nuestro medio literario como en la historiografía pues estaban
entrelazadas con comentarios que con bastante antelación aparecen en
la literatura local. La temática fue abordada en escritos de 1921 e
incluso anteriores, por ejemplo en Las Cartas a Pascual publicadas en
El Cojo Ilustrado.
Trabajar con
quienes no figuran en el panteón de los héroes patrios
“Su reto fue
trabajar los personajes que no forman parte del panteón de los
héroes”–dijo. Haber roto con la reunión de cuadros épicos que
marcaron la literatura histórica venezolana hasta que se le ocurre
surgir en 1972 con Boves,
el primero de nuestros caudillos demócratas.
Herrera Luque se
monta en la historia sobre la ficción, fábula con garra narrativa y
honestidad intelectual, puntualizó el profesor universitario con
cátedras en la UCV y la UCAB, amigo incondicional, especialista en
literatura venezolana y latinoamericana con profundo conocimiento de
la obra de Herrera Luque. Investigador, autor y quien como entendido
y fiel seguidor de Herrera Luque también lo ha trabajado para apoyar
a la industria editorial que ha publicado miles de copia de los
libros del autor caraqueño nacido en 1927 y fallecido en 1991.
“A
Herrera Luque, siento yo, no se le ha ubicado debidamente en el
contexto de la narrativa. De hecho, anuncio extraoficialmente que
estoy ahorita en un equipo de investigación que estamos armando el
Canon
de la novela venezolana,
y
yo propuse a Boves
el urogallo,
como parte del canon, y mis tres colegas –somos cuatro–,
aceptaron. Porque cuando Herrera Luque publica su primera novela en
el año 72, justamente Boves
el urogallo,
algunos críticos y la academia literaria venezolana, no tomaron muy
en cuenta esta obra narrativa porque consideraban que no era un
novelista.
“Esa
idea un poco distorsionada tenía que ver con el hecho de que
Francisco Herrera Luque antes de lanzarse al campo de la novela,
había publicado algunos ensayos incómodos, que causaron mucha
polémica en el contexto intelectual venezolano, sobre todo con el
famoso libro Los
viajeros de Indias
(1961), que fue causa de una polémica fortísima que duró mucho
tiempo y todavía hoy te das cuenta de que hay rechazo.
Resulta
que en ese estudio, Los
viajeros de Indias,
demostraba cómo la psicopatía del venezolano era una carga
genética… era el resultado de una conquista que era también
maltrecha en el sentido de que, como el demuestra allí con
estadísticas, averiguó que mucho de los conquistadores que llegaron
a Venezuela y a América latina eran delincuentes que soltaron de las
prisiones españolas, algunos eran epilépticos, otros tenían
problemas difíciles que por supuesto se mezcló allí con los
indígenas con lo que dio como resultado un mestizaje que Herrera
Luque atribuía el lado malo a ciertos comportamientos colectivos”.
Sandoval,
al referirse a la novela Boves
el urogallo,
“por primera vez en Venezuela se atrevía un narrador
(Francisco Herrera Luque) a tomar a un personaje histórico que no
formaba parte del Panteón Patriótico, es decir, después de 1881
cuando se publica Venezuela
heroica y
se crea ese panteón imaginario de lo que son los héroes de la
patria.
“Una
vez que uno lee Boves
el urogallo,
se da cuenta de cuál es la estrategia de Herrera Luque: utiliza,
primero, personaje incómodo, luego reconstruye una parte de la
historiografía venezolana que había quedado un tanto olvidada o
escamoteada u oculta…”.
“En
Venezuela, una edición exitosa no pasa de 1.500 ejemplares, Boves
se publica, la primera edición con mil ejemplares, se agotó
rápidamente, en un año se tiraron cinco ediciones y de allí se
convirtió en best
seller.
Esa era una de las ideas por lo que la Academia no lo aceptaba…”.
“Boves,
entonces, retrataba una parte de la historia venezolana que no había
sido tratada desde el punto de vista que lo hace Herrera Luque,
porque él se inventa y en esto fue muy honesto, inventa un sistema
que él llamó la historia
fabulada,
es decir, yo voy a contar historias de Venezuela, pero mezclándolas
con ficción, en el sentido de que me voy a apoyar en un discurso
narrativo y voy a inventar algunos personajes que me permitan a mi
contar lo que quiero contar…
“Luego
de Boves,
la gente comenzó a leer furiosamente y con frescura a Herrera Luque
porque tenía una manera de contar distinta a lo que se venía
haciendo… los de la Historia (de la Academia de la Historia) no lo
tomaron mucho en cuenta porque “eso es una novela” y los de
literatura (de la Academia de la Lengua): “ese no es una narrador,
ese es un médico que está haciendo novelas.”
Narrativa
que obliga a pensar
“Con
el paso del tiempo, la narrativa de Herrera Luque demostró algunas
cosas que son importantes, si usted agarra alguna novela que es
importante como: Los
amos del valle, La luna de Fausto, Manuel Piar, caudillo de dos
colores, 1998, Bolívar en vivo, El vuelo del alcatraz,
usted, no la puede soltar, por la garra narrativa, es decir, un
dominio de la historia, no de la historia de Venezuela –que también
la tiene–, no, me refiero a la historia literaria. Sabe que un
lector lo que está buscando es que le echen un buen cuento de manera
articulada y que lo conduzca a un final… su narrativa se sustenta
básicamente en el dominio de la anécdota… se embarca en una
construcción narrativa que le funcionó para interpretar historia
venezolana que él creía que había quedado de lado, muestra
personajes incómodos, hace ver que la historia no sólo la
construyen los vencedores…”
“Por
otro lado, esta narrativa te obliga a pensar, a reflexionar, tu
terminas Boves,
terminas
En
la casa del pez que escupe el agua,
La
luna de Fausto y
sales de esas obras y no te quedas sólo con la anécdota, sino que
comienzas a reflexionar y a decir: -esto que me han contado, ¿será
así o no será así? Ocurre que empiezas a investigar
colateralmente, inclusive tratas de ver la bibliografía que el
novelista utilizó y te percatas de que la ficción a veces es mucho
más poderosa que la realidad o que la realidad, a veces, supera a la
ficción, porque él logra amalgamarla”.
Entrada en la
intimidad de autor
Antes de la
intervención de Sandoval, el jefe de la sección de la Libros Raros
y Manuscritos puntualizó: “El manuscrito es entrar a la intimidad
de un escritor, en el caso de Francisco Herrera Luque, nuestro gran
narrador venezolano, con una gran cantidad de obras ya conocidas en
Venezuela y en el mundo…
“Si ustedes
observan las tachaduras, flechas, gráficos, cosas que hace el
escritor, se demuestra su forma de escribir determinante de que
nosotros veamos el libro como algo que se desprende de una manera
natural del proceso de escritura y que llega a la imprenta… El
libro es el resultado de algo y uno lo tiene limpio en la mano y lo
puede leer, pero no se siente el sudor, las angustias, las
incertidumbres, las dudas o la celebración que sí se aprecia y
siente en los manuscritos”.
“En el caso de
Herrera Luque, dejó en su proceso de escritura unas huellas que son
importantísimas a la hora del estudio de sus manuscritos. ¿Por qué?
Porque utilizaba todos los soportes, es decir, hasta las carpetas
donde estaba el manuscrito… por fuera de la carpeta dice: primera
versión, segunda versión, un plan estructural de la obra… las
correcciones marcan también un proceso de escritura y en el caso de
Herrera Luque queda la evidencia de ser una persona minuciosa,
exhaustiva, muy cuidadosa en el tratamiento de su estructura y muy
riguroso con él mismo, autocrítico… parecía que nunca estaba
contento con una página escrita, sino que seguía trajinando y
trajinando con ella”.
En Francia, ya hay
una carrera universitaria que se llama la genética
textual o la génesis del texto que
no es otra cosa que evidenciar los procesos de escritura, la
transformación, la transfiguración que conlleva un proceso de
escritura de un autor en su diario trajinar –explicó Salvidia. Un
venezolano figura entre quienes se han dedicado al estudio y trabajar
la genética textual o génesis de las obras de los autores: Gustavo
Guerrero –según mencionó Saldivia.
En el caso de
Francisco Herrera Luque “se notan también, además de los planes
estructurales, las huellas, los señalamientos que nos facilitan
mucho el trabajo porque está indicado todo, en las carpetas… pero
también se evidencia en algunos de sus manuscritos las correcciones
en las pruebas de imprenta o en las galeradas…
Los
cambios que se hagan en una galerada son cruciales, ese documento se
convierte en una pieza de suma importancia porque es la que establece
la separación entre todo el proceso de escritura –el manuscrito–
y el libro impreso”.
Saldivia llamó la
atención sobre cómo las editoriales se permiten alterar los textos
originales de cualquier autor en aras de economía y resolver
problemas técnicos. De allí, que es corriente encontrar dos o más
ediciones de un mismo libro que no son precisamente exactas una con
otra. En el proceso de producción alguna necesidad determina cambios
arbitrarios como la supresión de párrafos o juntarlos. Sandoval
mencionó un caso en el cual a un texto de Jorge Luis Borges, quien
levantó el texto con el linotipo, omitió una línea hecho que por
muchos años hizo que buen número de lectores e investigadores
especularan sobre la presunta intención del autor de dejar abierta
una incógnita.
Hizo mención a la
nueva dimensión de los manuscritos representada por los escritos
originales en medios electrónicos. La cibernética como el
instrumento de los autores.
La grata,
aleccionadora y didáctica conversa se dio alrededor de una muestra
de manuscritos seleccionados y otros documentos que hicieron del acto
un reconocimiento a Francisco Herrera Luque, por lo cual desde la
Fundación Francisco Herrera Luque agradecemos a la Biblioteca
Nacional de Venezuela, a sus autoridades y personal, así como al
profesor Carlos Sandoval, al amigo y poeta larense Gabriel Saldivia,
jefe de la división de Libros Raros y Manuscritos y a sus asistentes
Linda Arias y José Guillén las atenciones y organización del
homenaje.
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